Historia

Los orígenes del pueblo – El Castellar

Panorámica Ruinas

El “castillo del Castellar” está enclavado en el alto de los montes del mismo nombre, 320 m sobre el nivel del mar, sobre un cortado, en la margen izquierda del río Ebro, separando su cauce el municipio del castillo.

La historia del pueblo de Torres de Berrellén está tan ligada al castillo-villa del Castellar que no se puede hablar del primero sin conocer con anterioridad la historia de éste.

Desconocemos mucho de él, por eso nuestras fuentes consultadas difieren en muchos datos, aunque coinciden también en otros.

El texto que abajo exponemos está basado en: Una entrevista realizada en abril de 1992 al entonces párroco de Torres de Berrellén, Mosén Andrés Carreras, por el Aula de Adultos, que a su vez se documentaba en el Archivo Parroquial y en la Tradición (véase para ello El canto y Novena a la Virgen del Castellar de esta misma página web); el libro “Juan Pablo Bonet, su tierra y su gente de Ramón Ferrerons y Antonio Gascón, de la Diputación de Zaragoza; Folleto informativo de la Presentación de la Bandera Municipal, año 2001; Revista “Castillos de Aragón”, mayo 1999

El Castellar se levantó en el año 1080, primera ocupación aragonesa en la ribera del Ebro, por el rey Sancho Ramírez, como una fortificación militar para defenderse de las incursiones árabes. En 1085 fue donado a su hijo primogénito, D. Pedro, junto con otros señoríos y el título de rey.

Bajo su cobijo creció una rica población, la villa de El Castellar, a la que se concedió carta puebla en 1091

El rey de Zaragoza “Zulema” se hizo vasallo de D. Sancho Ramírez, acrecentándole éste las parias que pagaba. Con ello, se construyó la iglesia de San Pedro, en el Castellar, el 10 de agosto de 1091, en favor de los obispos de Pamplona.

A D. Pedro, le sucedió su hermano D. Alfonso I, el Batallador. Este rey encerró a su esposa, la reina Doña Urraca, en el Castillo del Castellar, sacándola de él varios ricos hombres gallegos, obteniendo del Papa la nulidad matrimonial. (Otros dicen que el hecho ocurrió en el castillo de Miranda)

Castillo

D. Alfonso I, al morir en 1134 legó a los templarios una gran parte de sus reinos, y uno de los castillos que les dejó disfrutar su hijo D. Ramiro II, el Monje, fue el de Torres del Castellar

D. Jaime II, el Justiciero, (1291-1327) hizo cumplir la letra apostólica que el pontífice Clemente había mandado al obispo de Zaragoza, D. Gimeno, para que procediera contra los templarios. Pero en contra de la voluntad del Papa Clemente V, el día que recuperó la ciudad del Montesa, creó una nueva orden militar llamada de Santa María de Montesa, cediéndoles los bienes que antes poseyera la abolida Orden de los Templarios. En esta época (1317) la comarca del Castillo tenía mucho y buen arbolado

Un dato puede dar idea de la importancia que por entonces tenía la Villa del Castellar: La pechas o contribuciones personales sobre bienes y haciendas “echadas” por Jaime I en agosto de 1265 a diversas localidades de la bailía de Zaragoza, fueron las más altas las de Gurrea (9000 sueldos), el Castellar (4500), seguidas de Alfajarín, Borja Ariza, Pina (4000), Alfamén, Aranda y Tauste (3000), Cetina, Épila, Fuentes de Ebro y Rueda (1500). Se cree que en el siglo XII y XII, la villa del castellar, podría haber tenido unos 4000 habitantes.

Al desaparecer la Orden de Santa María de Montesa, todos los territorios, muebles e inmuebles de que eran usufructuarios pasaron a ser dominio del Estado y a la libre disposición del monarca. La monarquía aragonesa nombró entonces un consejo comunal, formado por las personas de mayor relieve. Dicha entidad se puso en entredicho, por lo que fue nombrado jefe, en pleno dominio y dueño del Castellar a D. Martín Díez de Aux por privilegio del rey D. Alfonso V, nombrándolo además, por carta real Justicia de Aragón, desempeñando ambos cargos desde el 30 de septiembre de 1433 hasta 1440

Ruinas

(Otras fuentes señalan que la propiedad de la tierra fue de señorío desde la conquista aragonesa del Valle del Ebro a principios del siglo XII, comenzando con Don Bacalla, señor de El Castellar y de la Baronía de Torres, conde y señor de Luna. A mediados del siglo XV es secuestrado por Alfonso V tras la rebelión del Conde de Luna contra el monarca, siendo vendido por el mismo por trece mil florines a Martín Díez de Aux.

Así mismo otras fuentes distintas dicen que El Castellar fue concedido por Jaime I, en 1258 a García Pérez de Figueroles. Pedro IV, para arbitrar fondos de guerra, lo vende a don Lope Fernández de Luna, por 25 libras jaquesas, junto con las villas de Luna y Fuentes, continuando con sus sucesores hasta que volvió otra vez a la Corona con el casamiento de doña María de Luna y Martín I. En 1421, Alfonso V lo vendió a Martín Díez de Aux, siéndole arrebatado tras su caída en desgracia con el rey. Fue comprado nuevamente por Xuan Ximénez de Cerdán por 45000 ducados jaqueses. El señorío de lo Cerdán se parte y el señorío de El Castellar queda como sucesión hereditaria de los duques de Villahermosa, señores de Pinseque, condes de Contamina.)

A la muerte del Justicia, su yerno D. Xuan Ximénez Cerdán, obtuvo el cargo de alcaide de la fortaleza. Durante el vacío de autoridad que en la práctica supuso el reinado de Juan II, que reinaba en Aragón desde la muerte de su hermano Alfonso V en Nápoles en 1458, y como un episodio más de los graves enfrentamientos que se sucedieron entre familias y grupos locales, Juan Ximénez Cerdán, que ostentaba el señorío de Pinseque, Peramán, Agón y Gañarul, y su hijo Jaime, señor a su vez del Castellar, Torres y La Zaida, entraron en conflicto con el municipio de Zaragoza, en el fondo por la pretensión de éste de hacer valer sus supuestos derechos a hacer leña. (La tradición oral dice que Xuan Ximénez Cerdán mandó matar a un vecino de Villanueva por hacer leña en el término del Castillo, por lo que los vecinos de Villanueva acudieron a Zaragoza a pedir ayuda. La ciudad procedió contra los Cerdanes, y éstos dieron muerte a un jurado de Zaragoza, por lo cual mandaron gente armada que quemó y saqueó la villa del Castellar en 1466). (Tal conflicto no era el primero. Por cuestión de lindes había habido cuando menos dos pleitos entre los concejos del Castellar y Zaragoza, uno que fallara Jaime I en Huesca en 1268, en favor de la villa, y otro de 1308-1309, ganado tras diversas apelaciones por la ciudad, y más tarde, por el mismo motivo, entre el señor del Castellar y el de Quinto, que motivó sendas cartas de Carlos V a Francisco Fernández ce Heredia, gobernador de Aragón, y a Antonio de Bononia, regente de la Real Audiencia de Zaragoza, datada en 1519, para que procurasen arreglar los pleitos y diferencias entre ambos.)

De resultas de aquél, no obstante, y lograda la adhesión de varios nobles, Juan hernández de Híjar Cabrera, primer conde de Aliaga, Lope Ximénez de Urrea, Artal de Algón…, el concejo de Zaragoza alzó una tropa que al mando del jurado “en cap” Jimeno Gordo salió de la ciudad el 9 de febrero de 1466 y, desde Alagón primero y Magallón después, y mientras se negociaba con los Cerdanes su sometimiento a Zaragoza, efectuó varias incursiones que destruyeron gran parte de la vega del Castellar, como otras propiedades suyas en la margen derecha del Ebro, entre ellas el pueblo de Torres, que fue quemado, hasta que, tras la mediación el arzobispo, volvió la tropa a la ciudad. ¿Se quemó la Villa del Castellar, el pueblo de Torres, o ambos?

Ya fuera destruido uno u otro, o ambos, la Villa del Castellar fue deshabitándose (en 1466, 6000 habitantes ¿ ?) y en el censo de 1543 sólo se registran 17 fuegos, contra 18 en Torres. En sendos concejos celebrados simultáneamente en El Castellar y en Torres el 9 de octubre de 1567 asisten 8 cabezas de familia representantes del Castellar.

El rey D. Juan II hizo donación del poblado del Castillo del Castellar a D. Lope de Artal. Como la estirpe de los Artal desapareció del árbol genealógico de la nobleza aragonesa, el poblado volvió otra vez a regirse por el Consejo Comunal, yendo al frente una de las distinguidas personalidades de aquella comarca, siendo el último de los alcaides D. Juan Pablo Cerreta, padre de Juan Martín Pablo Bonet

Torres de Berrellén

Panóramica del municipio

Nada se sabe oficialmente sobre el origen del pueblo ni de su nombre; existen varias versiones: vascón, árabe, sobre una villa romana bajo-medieval. La tesis que tiene más acogida es la que piensa que el topónimo de Torres de Berrellén proviene del árabe “Ibn Ranán” (Aben Renén), nombre propio de persona.

Se llamó Torres hasta el año 1646 y viene recogida nominalmente como Torres de Berrellén desde 1713.

Las primeras menciones documentales de Torres de Berrellén datan del año 1117, en un documento del Archivo del Pilar que hace mención a un campo de Ibn Ranán, cerca de los ríos Jalón y Ebro, que se corresponde con la localización actual de Torres de Berrellén

A comienzos del siglo XI estuvo adscrita a la villa de El Castellar. Desde El Castellar, la población fue descendiendo a la ribera del río, creándose un nuevo barrio con parroquia independiente.

La propiedad de la tierra fue de señorío desde la conquista aragonesa del Valle del Ebro a principios del siglo XII, comenzando con Don Bacalla, señor de El Castellar y de la Baronía de Torres, conde y señor de Luna. A mediados del siglo XV es secuestrado por Alfonso V tras la rebelión del Conde de Luna contra el monarca, siendo vendido por el mismo por trece mil florines a Martín Díez de Aux, a quien sucede en 1440 su yerno Juan Ximénez Cerdán (de la casa de los Ximénez Cerdán, también señores de Pinseque)

Pocos años después, en 1466, la Casa de los Cerdán se enfrentó a la ciudad de Zaragoza al hacer valer sus derechos de la leña en el Monte de El Castellar, siendo asaltada la villa y casi totalmente destruida, teniendo que refugiarse sus habitantes en el cercano Torres de Berrellén, que pasaría a ser el nuevo asentamiento de sus vecinos (al hablar del castillo se han comentado otras versiones de este mismo suceso)

La casa de los Cerdán mantuvo el señorío sobre Torres de Berrellén hasta el siglo XVIII, cuando es heredada por la de Gurrea-Villahermosa, que mantuvo el señorío hasta 1812 en que las Cortes de Cádiz suprimieron el Señorío y la Baronía de Torres de Berrellén junto con todos los señoríos jurisdiccionales españoles; siendo los primeros señoríos los de la Baronía de los Luna y acabándose la misma con los Duques de Villahermosa. No obstante, a pesar de desaparecer la dependencia del señor del lugar, la propiedad de parte de las tierras estaba todavía en manos de los Villahermosa que en 1969 y por mediación del Instituto de Colonización, vendieron entre los agricultores del municipio sus propiedades.

Desde el punto de vista político-administrativo, Torres de Berrellén estuvo encuadrada en la Sobrecullida de Tarazona (11495), Vereda de Tarazona (1646), Corregimiento de Zaragoza (1711-1833). Es lugar de 1495 a 1785 y abarca otros núcleos como El Castellar y los caseríos de Santa Inés y Candespina. Cuenta con Ayuntamiento propio probablemente desde 1834 junto con el Coto de Pola y partido judicial de Zaragoza. (Pola era lugar en 1227, pues doña Toda de Albero hizo donación de su heredad al Hospital de Jerusalén)

Eclesiásticamente, las primeras referencias nos remontan a 1280 como perteneciente al Arciprestazgo de Zaragoza.

La iglesia parroquial dedicada a San Andrés, es según algunas fuentes de estilo gótico-renacentista, del siglo XVI, y según otras de finales del siglo XV, de estilo mudéjar (la cubierta mudéjar estaría tapada por la actual bóveda de crucería hecha en 1740)

El primer núcleo del municipio tenía una “iglesia” dedicada a San Andrés, que es la actual capilla del Santo Cristo de la iglesia parroquial. Cuando en 1466 hubo el enfrentamiento con la ciudad de Zaragoza, la villa del Castellar fue deshabitándose y gran parte de la población baja al llano, a Torres de Berrellén. Se repartió tierra a 45 quiñoneros, dándoles cinco cahices de tierra, pajar, casa y era a cada uno. Construyeron la nave central de la iglesia. En 1573 aparece ya por escrito el Municipio y Parroquia de Torres. Acuerdan mantener como titular a San Andrés, Patrón de los Torresinos, y a la Virgen del Castellar de arriba convertirla en Patrona del nuevo pueblo, la festividad de los titulares del resto de las Iglesias de la Villa del Castellar se seguirán celebrando, pero sólo con un día de fiesta cada uno, (San Miguel, San Pedro, y Santa María Magdalena)

Toda la organización eclesiástica pasa de la villa del Castellar a Torres, así en 1574, Torres ya es parroquia con su Rector, clérigos, su archivo parroquial, sus cofradías, su hospital, etc.

En 1653, el Papa Inocencio X une la Rectoría de Torres y la Vicaria del El Castellar, con sus beneficios, raciones, tierras de Nuestra Sra. del Castellar y demás piezas eclesiásticas y sus rentas del hospital. Lo que de hecho ya tenía Torres, es confirmado por la autoridad pontificia, adquiriendo, con ello, pleno y absoluto derecho. En 1742 y 1747 se añadieron las demás capillas de la parroquia, estando como párroco Mosén Pedro José de Echevarría Errazun, natural de Tafalla, que mejoro y fortaleció la parroquia y sus propiedades.

Economía Histórica

Del Castellar al Este se extiende “el monte del Castellar que por la bondad de sus pastos es muy estimado de los ganaderos de Zaragoza; pues a pesar de su aridez está bien vestido de hierbas aromáticas, con las cuales crecen la Gypsophyla Strutium Globularia Alypum, dos variedades de la Onoris Tridentata, la Ontina (especie nueva de Artemisa), varias Salsolas… La Plantago Albicans que el ganado apetece sobremanera. Las colinas del Castellar confrontantes con el Ebro, en que domina el yeso, encierran en sus entrañas mucha abundancia de sal mineral y son parte de las dilatadas minas, que se prolongan desde Valtierra en Navarra, siguiendo la canal del Ebro hasta Gállego y algo más” (Asso, pág 53).

Los privilegios concedidos a los ganaderos en la Carta Puebla de Zaragoza de Alfonso I, fueron ampliados por Jaime I en 1218 y en 1235; y aún serían más agraciados por Juan I en 1391. De todo esto nació la poderosa Mesta. Los pastos apetecidos de El Castellar se los dividen los ganaderos de Zaragoza en suertes, a tenor del privilegio de pacer libremente en todo pasto del reino que les concedió Alfonso I. De tal forma lo interpretaron que si sus ganados recibían mal trato en cualquier parte, su Tribunal de los Veinte hacían justicia por si mismos contra los delincuentes- como hicieron muchas veces, que aplicaron también a casos distintos del ganado (Asso, pág 70). Esto causó perjuicios den el Reino y atropellos como el del Castellar en 1466 (Memorial del Arzobispo Pedro González de Mendoza contra dicho Privilegio de los Veinte, cuyos desmanes y excesos recopiló en una Representación dirigida al Rey)

Ya hemos dicho al hablar sobre el Castillo la importancia de la recogida de leña en su economía.

Las salinas estaban en explotación en 1584 bajo la administración de Juan de la Puebla. Las salinas eran rentables a la Corona. Las del Castellar y Remolinos siempre fueron del Rey, “con el derecho anexo de proveer privativamente a Zaragoza y otros pueblos, como puede verse explicado en el Discurso del oficio del Bailes de Ximénez de Aragués” (Asso, 297)

Descripción del Castillo

Panorámica del castillo

Debido a la composición el terreno; de la escasa vegetación, con grandes escorrentías; del material de construcción, piedra del terreno y ladrillo, y de su cercanía al río sobre un acantilado, poco queda de lo que en otro tiempo fue una importante villa. Gran parte de ella ha sido destruida por desprendimiento del terreno sobre el río, para muestra el impresionante desplome que en 1840 sufrió la ermita de Nuestra Señora del Rosario, llamada del Castellar, antecesora de la actual del mismo nombre: “Estaba situado el Santuario en un escarpado e inaccesible vericueto, á la izquierda del Río Ebro, y frente á la embocadura de jalón, á cuya derecha desagua (…). El día 24 de Marzo de 1840, á las siete y media de la tarde (…) se desprendió una asombrosa porción del monte, consternando el espantoso estruendo á tres ó cuatro jornaleros que se hallaban á la sazón en la vega, y (a quienes) la casualidad hizo espectadores de tan terrible acontecimiento. Este sólido edificio era vasto (…) y á excepción de los restos de una pared que daba al Nort-Este, todo él fue arrancado, y sumido entre multitud de grandes masas de tierra, y sobervios peñascos (…). Sus enormes moles lanzaron á los campos el pescado (sic) que el Ebro abrigaba en su seno y obstruyeron la corriente (…)”

Estaba rodeado de murallas, aún puede intuirse 60 metros de ella de un espesor de 2,40 m y una altura de 8 metros. En el interior de la villa había cuatro iglesias: San Pedro, San Miguel, Sta. María la Antigua (después del Castellar, denominada antes como de Nuestra Señora del Rosario), la Ermita de Santa María Magdalena. Había molinos que servían para proporcionar agua, para molienda.

Fuentes para la información sobre historia y descripción de la Villa del Castellar (El Castillo):

  • Archivos Parroquiales sobre una entrevista realizada en abril de 1992 al entonces párroco de Torres de Berrellén, Mosén Andrés Carreras,  por el Aula de Adultos de la localidad.
  • Libro “Juan Pablo Bonet, Su tierra y su gente, de Ramón Ferrerons y Antonio Gascón, diputación de Zaragoza.
  • Folleto informativo de la Presentación de la Bandera Municipal.
  • Revista Castillos de Aragón, mayo 1999.